sábado, 28 de marzo de 2009

No todos somos iguales


Hay una extraña tendencia, dentro de algunos sectores de la población, a pensar que no debemos juzgar a las personas. Que debemos respetarlas tal y como son porque tienen los mismos derechos que los demás y bla,bla,bla y bla,bla,bla.
Esto está muy bien si estás dando un discurso en el Congreso y te están viendo por televisión tus futuros votantes. Pero en el día a día en nuestras relaciones con otros individuos creo que esto no se cumple, y además creo que no es bueno que se cumpla. Seamos justos. Juzgamos a las personas y está bien.
Vamos a ver, si tengo a un gilipollas delante que me está contando cualquier historia y percibo que este tío/a, por la razón que sea, no vale ni el aire que respira, es probable que si en otro momento me encuentro con una persona valiosa pueda apreciar mejor sus características positivas. Llegamos así a la primera conclusión: “Los gilipollas son necesarios para que cuando no estés delante de uno sepas apreciar la situación como es debido”.

He conocido a personas que, estando cerca de ellas, lo único que te transmiten es la misma sensación que cuando chupas un cartón. Nada.
Esta es la peor calaña. Prefiero que me peguen de hostias en la cara con una llave inglesa del quince, mientras un tigre me devora las piernas, a tener que estar en la misma habitación con uno de estos seres carentes de alma.

Os voy a desvelar algunas calves para que podáis reconocerlos en caso de estar cerca de alguno de ellos y tengáis así la oportunidad de cambiaros de acera, de habitación, de coche o de pareja, si acabáis descubriendo, después de leer este texto, que vivís con uno de ellos (risas fantasmales).

Primera: Su expresividad corporal es nula.

Puedes estar a un metro de ellos y no verlos, pensando que son algún tipo de mobiliario urbano puesto por el ayuntamiento.
He visto a elementos de esta especie estar ardiendo parcialmente y no arquear ni una ceja. Ni siquiera piden socorro. Se dejan morir cual lemming. Un gesto estúpido sí, pero también justo y noble a partes iguales.

Segunda: No huelen a nada.

Son como el protagonista de “El Perfume”, pero sin tantas ganas de matar.
Los perros no los huelen, por esta razón esta especie de subproductos, dentro de la amplia familia de los seres humanos, prefiere a los gatos como animales de compañía. Al gato lo pueden dejar encerrado en casa muriéndose del asco. Sin embargo, un perro es un problema constante para ellos, ya que si lo sacaran a pasear y lo soltaran, el animalito al mirar atrás, no sería capaz de diferenciar entre su dueño y una de las putas papeleras del parque y claro, se perdería, iéndose con alguien, sin duda, mejor para él.

Tercera: Poseen una mirada ovina.

Si miras a uno de ellos a los ojos sentirás la misma sensación que describía Atreyu en la “Historia Interminable”, cuando contemplaba el avance de la nada en el reino de Fantasía. Mirarles a los ojos es como quedarte ciego. Miras y miras pero no ves nada. Sencillamente por que no lo hay.

Cuarta: No se reflejan en los espejos.

En su afán por desvincularse del mundo de los vivos estos seres no son capaces de afirmar nada como cierto. No se mojan. No se arriesgan.

Bueno, pues no me gustáis. Pero ni un pelo.

Y aquí llego por fín a donde quería yo llegar, a la segunda conclusión:
“No todos somos iguales…y menos mal”.

¡¡¡Un abrazo muy fuerte!!!

Gael

3 comentarios:

  1. jajajajajaja, efectivamente es muy muy bueno este post, aunque no sepa en absoluto a quién te refieres ... puede ser que te haya tocado conocer a este tipo de persona ? puede ser que te toque cruzarte con un especimen de estos, y hablarle de forma educada ?
    PD: el mio està con su gato en su sofa actualmente ...pero tiene reflejo en los espejos, serà de otra especie diferente ...

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  2. Que pasa Gaeleras!! pues te comento que siempre te gusta!! que este post le ha gustao mucho a Elena! ha conocido esta semana a uno de ellos...
    Aleeeeee

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