martes, 28 de abril de 2009

Conexión



No importa con que la tengas. Cuando la tienes lo sabes. Algo dentro de ti se ha puesto en marcha. Los motores comienzan a moverse. La chispa ha saltado. Tú lo sabes y eso basta.

Da igual que te digan que es bueno y que no. A ti esto te da igual, porque tú ya has sentido que es lo que te hace moverte y que no.

Unos lo llaman de una manera y otros de otra, pero eso importa. No importa que nombre le pongan a aquello que simplemente te hace sentir más vivo.
Lo has encontrado y ahora eres más fuerte, más ágil y estás más contento que antes.

Has conectado.


Un abrazo muy fuerte!


Gael

jueves, 16 de abril de 2009

Destino… Sombrerete


Íbamos mi gran amigo Pablo y yo por “Lavapies” cuando nos encontramos con un hombre que estaba tirado en un banco. La impresión que nos dio, debido a que le acompañaba una gigantesca pota como única compañera de charla, estaba descamisado, tenía la bragueta abierta, parte de la pota se la había echado en los pantalones y gesticulaba con los brazos como advirtiendo a los transeúntes que el fin del mundo se acercaba; fue que llevaba una castaña de padre y muy señor mío. Somos así de perspicaces.

Le preguntamos que tal se encontraba, a lo que él respondió que borracho. Nuestras sospechas se habían confirmado.
-¿Quiere que le echemos una mano para llegar a casa? Le dijo Pablo.
-Muchas gracias chavales, sois muy majetes.
-¿Dónde vive usted? Preguntamos.
-Vivo en la calle Sombrerete. Respondió.
Como apunte diré que la palabra “Sombrerete” pronunciada por un hombre de cerca de sesenta años totalmente beodo, que no mira para ningún lado en concreto sino a todos a la vez; y que no es capaz de mantener el equilibrio, pareciendo, si no lo sujetas, que baila alguna especie de baile regional absurdo. Pues oye, que quieres que te diga, tenía su gracejo.
Mientras Pableras sostenía a nuestro amigo y yo me iba a preguntar por la calle en cuestión a una pareja de policías polis, se me planteaba la duda si este hombre estaba borracho como una mona o había consumido alguna droga alucinógena. No me podía creer semejante pedal. Casi no podía hablar, eso sí, cada palabra que decía te morías de la risa. No se tenía en pie ni tres segundos, en cuanto lo soltabas se ponía a hacer “eses” a lo loco y se te despeñaba por menos de un pitillo como no andaras listo.
Por fin di con la calle Sombrerete. Volví corriendo donde había dejado a la parejita. Cogimos cada uno al señor Pedro, pues así se nos presentó, cada uno por un brazo y emprendimos lo que sería un largo y fructífero camino de aproximadamente unos doscientos cincuenta metros. Destino…Sombrerete.
Nada más emprender la marcha el señor Pedro comenzó a decir algo así como:
-Errrssstoooooy ciiiiiiiiegoo.
Nosotros pensamos que hacía referencia a la descomunal cogorza que muy elegantemente gastaba. Pero insistía, lo que nos hizo preguntar.
-¿Qué dice usted señor Pedro? No le entendemos bien. Dijimos casi a la vez.
-Queee sooy ciiiegooo. Respondió.
-¡¡¡¡HÓSTIAS!!!! ¿¿¿Qué es usted ciego????Nos quedamos a cuadros.
Mientras Pablo y yo nos miramos sin creérnoslo del todo con una media sonrisilla, el señor Pedro sacaba de su cartera de cuero marrón, repleta de viejos tickets de la compra, su carné de la O.N.C.E.
-¡¡Mirad, mirad!!¡¡Qué no os engaño!! Y era cierto, no nos engañaba.
Ahora todo encajaba, mis sospechas tenían fundamento, no era LSD, no era Heroína, era ceguera.

Reemprendimos el viaje, más convencidos que nunca de que teníamos que llegar a la calle Sombrerete como fuese. El señor Pedro debió de percibir nuestra entrega y convencimiento pues comenzó a agradecernos muy efusivamente el hecho de que estuviéramos ayudándole.
-¡Sois unos chicos muy majos, para que luego digan que la juventud no hace nada. La juventud es lo mejor que hay!
-Muchas gracias señor Pedro. Dijimos. Pero no se preocupe que lo hacemos con gusto.
Lejos de parar con sus elogios subió el nivel.
-¡Qué Dios os bendiga!¡Esto Dios lo tendrá en cuenta! Antes o después os recompensará porque Él lo ve todo. Ahora mismo os está viendo y esto tendrá su recompensa, no lo dudéis!
Así estuvo los siguientes ciento cincuenta metros. Hablando de Dios y de nuestra buena acción muy apasionadamente.
Hasta que al entrar en la calle Sombrerete Pablo, no pudiendo aguantar más tanto halago beato, paró la marcha y dijo:

-Señor Pedro, no se lo tome usted a mal, pero yo no creo en Dios.
Sumándome a la muestra de sinceridad de mi amigo, no pude más que decir también lo que pensaba:
-Señor Pedro, yo tampoco creo en Dios.
Lo que a continuación ocurrió son ese tipo de cosas que se te quedan grabadas para toda la vida:

-Joder chavales pues menos mal porque…¡¡¡¡YO TAMPOCO CREO EN DIOS!!!!

Mira, en mi vida me he reído como en aquella ocasión. Los tres nos reíamos a pleno pulmón. Era una situación muy especial. Las lágrimas que procedían de la risa se me mezclaban con las de la emoción de ver a un hombre como el señor Pedro: castellano, borracho, ciego y más solo que la una. Hablando y riendo ante dos desconocidos con una sinceridad con la que, en otra época, seguramente no habría podido mostrarse.

Al fin llegamos a su portal y el señor Pedro nos insistió en que ya podía subir solo a su casa. Justo en ese momento llegaban dos vecinos suyos y nos dijeron que ya se encargaban de él, lo que nos dejó más tranquilos.
-Esto le ocurre todos los fines de semana y siempre consigue volver.

Todo un aventurero el señor Pedro. Espero que todo le vaya bien.



P.D: Estás son las situaciones que la vida te regala si tienes la suerte de estar rodeado de personas como mi gran amigo Pablo, una persona muy especial que dice lo que piensa.


Dedicado a Pablo. Se te quiere tío!!!!!!!

sábado, 11 de abril de 2009

Estamos en fiestas

Llevo una mierda que no me lamo. La señora del abrigo de visón sale del bar de la mano de un hombre que tiene la piel de la cara del mismo color que la ceniza del puro que se esta fumando. También va fino. Ella le mira con cierto cariño, él está demasiado ocupado resoplando y abrochándose los botones del chaquetón como para darse cuenta de nada más.

La calle está hasta arriba de gente que no he visto en mi puta vida y eso que salgo por las mismas zonas de esta ciudad. El agua de los charcos es de color gris y flotan las colillas, esta imagen siempre me ha transmitido una sensación agradable, muy familiar. El olor a perfume lucha en el aire con el olor a calamares fritos y a tabaco. Hay mucho movimiento, mucho color y el Sol lo envuelve todo manteniéndolo calentito.

Solo me quedan cinco euros en la cartera y voy a tener que ir al cajero y contarle alguna historia bonita para convencerle de que me de lo que le pido. Siempre le hablo. Le pido que se porte bien conmigo y que me ayude en los momentos difíciles. Coño, voy mamao y necesito expresarme, le digo las cosas como las siento. Él no me juzga. Tampoco me responde. Nadie es perfecto.
No creo en vírgenes ni santos, pero casi me santiguo cuando veo salir el dinero por la ranura. -¡Chack! “¡Olé!”.

Hay tantas personas en la calle que empiezo a sospechar que algunos son extras, quizás cyborgs-fiesta, programados para darlo todo.
Viene un tío a saludarme que no conozco de nada. Lleva un flequillo tipo ensaimadón y un polo azul cielo, me parece que nadie le ha dicho nunca que ese corte de pelo convierte su cabeza en un apéndice grotesco. Debería estar en el “Circus Popof” sacándole partido a su mal gusto. Por como entorna los ojitos y como mueve la mandíbula sin motivo advierto que va como las “Grecas”. Le hago un recorte como a una vaquilla y me lo quito de encima. ¡Si señor! No entiendo porqué pero la gente no aplaude.

Busco a mis amigos. Los he dejado antes por aquí cerca…creo. Solo veo cabezas anónimas. Han pasado solo tres minutos desde que me fui al cajero y ya me han volao los muy cabrones.Bueno,pues la siguiente me la tomo solo.
Así es esto. Estamos en fiestas.

Un abrazo fuerte!!

Gael